Hace poco tuve la suerte de charlar largo y tendido con dos personas que conocí gracias al maravilloso mundo de las RRSS. Dos personas normales y corrientes como yo que en su día a día luchan por conseguir sus metas y sueñan con dar un pasito más allá en todo momento. Nos tropezamos por la calle, un día cualquiera. Y dejando a un lado el Smartphone y la comunicación a través de las redes, decidimos ¿por qué no tomar un café? Una charla agradable, de la que salieron muchas ideas, propuestas, consejos y ante todo, altas dosis extra de motivación que siempre vienen muy, muy bien.
Me preguntaban por mi historia. Mi día a día. “Eres un ejemplo de motivación y superación” me decían. Confieso que tengo una facilidad pasmosa para ponerme colorada y tras un piropo como ese (probablemente uno de los más bonitos que me han dicho nunca), me convertí en un auténtico tomate rojo, rojo, perfecto para un buen gazpacho.
Les conté mi historia. De forma resumida. Pequeñas pinceladas, momentos buenos y no tan buenos y sobre todo, el por qué a pesar de los malos momentos que podemos vivir a veces, siempre hay que sacar lo mejor de uno mismo para seguir adelante. Me escuchaban sin pestañear. Al finalizar, su primera frase fue: “¿Cómo no cuentas esto a todo el mundo? Ojalá yo tuviera esa fuerza y valentía que tienes tú”.
Y hoy os traigo un post muy personal y os adelanto que algo largo, con lo que aún estáis a tiempo de cerrar esta ventana y no seguir leyendo. Aunque si ya habéis llegado hasta aquí… ¡Vamos allá!
—————————————————————————————————————–
Únete al resto de la familia
Recibe las últimas novedades y contenido exclusivo.
(Nada de spam, prometido. Yo también lo odio)
Nunca he sido una persona esbelta. Tampoco delgada. Sino más bien todo lo contrario. Tampoco había hecho deporte nunca. De hecho hace más de 15 años acumulaba en la mochila muchos kilos de más y cuando digo muchos…son muchos. Creo que todos en algún momento hemos sufrido burlas de algún tipo y no necesariamente relacionadas con el peso. Educar la mente para conseguir que ese tipo de insultos no te afecten, no es tarea fácil. Pero se consigue.
No recuerdo aquel momento en el que un día se me encendió la chispa y pensé: ¿por qué no empezar a correr? Las largas caminatas ya formaban parte de mi día a día pero sin quererlo, un día cualquiera sencillamente quise más. Y ahí estaba yo, con más de 10 kilos encima, en un Madrid caluroso y frente a la pista circular de 1,2 kilómetros con mis zapatillas probablemente sin amortiguación ninguna y sin saber aún que era una pronadora nata. No terminé esa vuelta completa corriendo. Tuve que parar. Sencillamente las pulsaciones tocaban techo y me era imposible seguir.
Pero no me rendí. Y entendí que había llegado el momento de acompañar el deporte con una alimentación más sana y sobre todo aprendí lo que significa ser constante (y cabezota). ¿Mi primer reto? La carrera de la mujer de entonces 6 kilómetros. No era capaz de correr 1,2 kilómetros pero en un año pretendía correr mi primera carrera.
Y costó. Mucho. Recuerdo las primeras zapatillas: Nike Pegasus, míticas. Blancas con algún dibujo en azul. No sabía ni lo que era estirar al terminar los entrenamientos y recuerdo que eso de “la tendinitis” me sonaba entonces a chino.
Fueron 365 días de constancia, cabezonería, entrenamiento, ganas de mejorar y educando una seguridad en mi misma que me haría cruzar la meta de esa primera carrera en el Retiro de Madrid. No os voy a mentir, sudé la gota gorda y sufrí como una condenada pero CRUCÉ LA META. Y creo que ahí empezó todo. Ahí fue cuando el gusanillo, ya no solo de correr sino de hacer deporte en general, comenzó.
Han pasado casi 10 años. Diez años en los que mi capacidad física ha mejorado de forma exponencial. Hoy me siento deportista, algo que nunca pensé que llegaría a admitir. No compito de forma profesional y no voy a hacerlo pero me siento deportista porque practico deporte a diario y sobre todo, lo disfruto. He perdido muchos kilos, he ganado salud, años de vida, vitalidad, energía, seguridad en mi misma, he dejado atrás muchos complejos y superado infinidad de retos: varios trails de montaña, tres medias maratones, empiezo a nadar, otra vez a montar en bici… ¿De verdad pensáis aún que no podéis superaros?
Sigo sin ser la persona más esbelta, ni la más fuerte. No tengo un cuerpo escultural. Me tomo mi caña los fines de semana, disfruto con mi familia y amigos y no me privo de nada. Pero soy constante. Entreno cada día para ser más fuerte, de cuerpo y de mente. Sigo planteándome nuevos retos y metas. Disfruto con el deporte y con una alimentación saludable. Soy una persona normal, como seguramente lo seas tú. Y hace mucho que tomé la decisión de dejar atrás el “no puedo”, “hoy no me da tiempo” o “yo no tengo cuerpo para eso”.
No tienes que ser corredor de fondo ni ganar las Olimpiadas para superarte. Sé objetivo, optimista, plantéate retos accesibles y aprende a superar tus límites de forma inteligente, con constancia y sabiendo que “SE PUEDE”. Nadie puede impedir que luches por tus sueños y por superar tus retos 😉
Y por si os lo estáis preguntando, esta servidora que apenas corría 1,2 kilómetros, algún día se encontrará en las montañas corriendo la Ultra Pirineu. ¿Qué os parece?
Test de producto: BASE 25, vaselina deportiva