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El pasado domingo tuve la oportunidad de disfrutar de una de las etapas del circuito Trail Galaica de este año que terminaba en Noia, con una única modalidad de 22,8 kilómetros que se esperaban “peliagudos”. (Salieron 24 kms pero es que ya sabemos que en un trail siempre hay algún “regalito”).
Hace algo más de un año comenzaba mis aventuras en el mundo de la montaña con trails que nunca superaban los 19 kilómetros, distancia que ya me parecían palabras mayores para mí.
Pero poco a poco, entrenando, a mi ritmo, sin prisa, sin pausa, con constancia, ganas pero por encima de todo con mucha ilusión de seguir disfrutando de la disciplina que se ha convertido en mi favorita en el ámbito deportivo, he conseguido llegar a superar esos 21 kilómetros de una media maratón que en montaña requieren de un esfuerzo extra. Asumámoslo, el desgaste físico en montaña es diferente al sufrido en las carreras de asfalto.
En esta ocasión la organización me dio la oportunidad de conocerles más de cerca, charlar con ellos los días previos al trail y compartir con ellos una charla en la que descubrir un poquito más de ese mundo.
Pude descubrir esa cara que nadie cuenta y que es digna de conocer. Algo que creo que todos los traileros deberíamos saber. Detrás de cada organización se encuentran personas preocupadas por los corredores. Personas preocupadas porque no nos falte de nada, corramos seguros y estemos bien atendidos en todo momento. Ahí detrás hay personas cercanas e ilusionadas por preparar una carrera de montaña y mucho tiempo invertido en gestionarlo todo.
Muchas veces nos quejamos de los precios que se llegan a alcanzar en los trails pero lo cierto es que una carrera de montaña necesita de la implicación y el trabajo de muchas personas. Su historia y su esfuerzo es digno de contar, algo que espero hacer muy pronto en próximos post.
«Quien siente la montaña no necesita explicaciones y mientras existan paredes, agujas y aristas, habrá quien las escale, disfrutando de lo que hace, aunque no comprenda exactamente el por qué». Josep Manuel Anglada
Pero ¡vamos al tema! El día amanecía semi-despejado y con una temperatura estupenda. Pero siempre hay alguna pega. Siempre hay algo que el día de la carrera falla, a veces se trata de algo sin importancia y en otras ocasiones…llegan trastornos más serios como por ejemplo…descomposición. Sí. El domingo Fortasec e Irene formaron una gran pareja pero un pack que, todo sea dicho, funcionó a la perfección.
Este mundo sigue perteneciendo en su mayoría a los hombres (de los 175 inscritos, llegamos 155 a meta y solo 18 eran mujeres), pero es algo que poco a poco va cambiando ya que antes la situación del género femenino era aún más escasa.
[Tweet «Y salieron 24 kms en el #trailGalaica en #Noia, un #trail con amplia mayoría de público masculino»]A las 10:30 de la mañana daba comienzo mi último trail del año, acompañada por Pablo y con el único fin de “llegar a meta”. Y con llegar a meta me refiero a llegar con cabeza y con mi salud por encima de todo pero tampoco nos engañemos, no deja de ser una competición y yo a veces…soy demasiado competitiva con lo que sufrir, iba a sufrir un poco.
Un perfil magnífico con unas subidas que me quitaron el aliento y que apenas me dejaban respirar. Maldije en varias ocasiones y en otras pensaba que no llegaría al pico más alto. “Son 24 kilómetros…” me repetía una y otra vez. “¿Seguro que puedo con esto?”. Y así, poco a poco, subiendo por un cortafuegos y otro llegamos a lo más alto y pudimos admirar las SEÑORAS vistas que allí nos esperaban. MERECÍA LA PENA. ¡Claro que la merecía! Siempre la merece.
“Vive tu vida como si subieras una montaña. De vez en cuando mira la cumbre, pero más importante es admirar las cosas bellas del camino. Sube despacio, firme, y disfruta cada momento. Las vistas desde la cima serán el regalo perfecto tras el viaje.” Harold V. Melchert
Lo mejor estaba por llegar. A partir del kilómetro 13 comenzaba la bajada, siempre aderezada con alguna subida mortal que nos hacía parar casi en seco.
Alrededor del kilómetro 18-19 empecé a flaquear. No me avergüenza en absoluto confesar que fui la última mujer en salir. Solo pude adelantar a otra compañera en el primer o segundo kilómetro y luego sencillamente quedé rezagada calentando motores y esperando mi ocasión (siempre y cuando pudiera tenerla). Pero como os digo, en el kilómetro 19 ya no veía el final, me notaba sin fuerzas y recuerdo que no paraba de comentarle a Pablo: “no puedo más, no me dan las piernas, sigue tú”.
Pero de repente…¡ZAS! “¡Mira Irene! Allá va otra compañera”.
Y sí, la competitividad afloró de nuevo por todos y cada uno de mis poros. Me encendí, recargué pilas al 100% en apenas unos segundos y grité a Pablo: “Por más que te grite y suplique que quiero parar, lleguemos al final adelantando a un par más y no tengas piedad”.
Y así lo hicimos. Una compañera, otra, y otra, y otra…y así hasta contar a siete que dejamos atrás, la última apurando hasta el último kilómetro.
Me notaba cargadísima. Pero visualicé la meta en la plaza del ayuntamiento, escuché los aplausos de la gente y los gritos “’¡Ánimo chica que no te queda nada!” y casi se me saltan las lágrimas de la emoción.
Llegué totalmente VACÍA. Sin fuerzas. No sentía las piernas. Pero cruzar la meta segunda de mi categoría, sabiendo que lo había dado TODO y con la ayuda de Pablo fue un momento que no puedo describir. Lo único que puedo decir es que estoy profundamente enamorada de este magnífico mundo que es la montaña y que a pesar de lo mucho que a veces me hace sufrir, siempre merece la pena.
Gracias a todos los que me leéis por aquí. A los que me animáis por las redes o me escribís mensajes y correos. ¡Muchas gracias!
Nos vemos en el próximo. #miritmoSLOW 😉
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