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¿Quién me iba a decir a mí que me iba a cruzar un fin de semana Galicia entera desde Vigo hasta Ortigueira para correr allí? ¡Dicho y hecho! El pasado fin de semana la Peña Ciclista Santa Marta de Ortigueira, junto con Prueba-t, se empeñó en que esta manchega corriera el trail montes de Couzadoiro (y sufriera de lo lindo como de costumbre). ¿Cómo fue mi crónica del trail? ¡Allá va!
El pasado viernes, con un sol de justicia y 25 grados al más puro estilo Galifornia, todo apuntaba a que disfrutaríamos del trail Montes de Couzadoiro con un clima insuperable. Pero el sábado el tiempo se torció y decidió recortar 10 grados la temperatura. ¿Suponía algún impedimento? ¡Ninguno! Rumbo a Ortigueira por la tarde con chubasquero “por si las moscas”.
A media tarde aterrizábamos en “El Castaño Dormilón”, un hotel con mucho encanto y en el que nos trataron de forma inmejorable. Un edificio de piedra tradicional y que antaño fue una escuela pero con un diseño interior contemporáneo que transmite relajación y confort desde el minuto uno.
Siguiendo con el ritual de cada carrera y tras cenar pizza en el típico restaurante de la zona, tocaba descansar, no sin antes echarle un ojo al perfil de la carrera para analizar un poco los puntos en los que servidora iba a sufrir más y sobre todo saber dónde dosificar.
A las 8 de la mañana sonaba el despertador y con la vista al cielo, todo parecía indicar que nos íbamos a librar de la lluvia o al menos se veían nubes y claros (ilusos). Nos confundimos en el lugar de salida y llegamos por los pelos a la recogida del chip y dorsal donde el Speaker Jabalí do Sacho nos regaló un par de minutos necesarios para poder colocarnos a la cola de salida.
Y con todo preparado… ¡a correr! El desayuno que nos habían preparado con cariño en el hotel nos iba a librar de los avituallamientos sólidos y estábamos seguros de que no necesitaríamos comer nada. Aun así contábamos con tres de ellos: kilómetro 7, 15 y 19.
La ruta era circular y la distancia: 24 kilómetros. Mi “estrategia”, si se le puede llamar así, siempre es contarle a mi cabeza que recorra el trail en bloques de 5 kilómetros intentando dosificar y no morir hasta la mitad del recorrido. Aún con todo eso, el sufrimiento estaba asegurado y más contando con que me acompañaba mi liebre, como de costumbre, metiéndome presión ¡como debe ser! (Gracias Pablo).
Todo era “felicidad” hasta que en el kilómetro 7 nos cayó LA GRANIZADA. He corrido trails en los que ha llovido y no precisamente con cuatro gotas pero ¿granizar? Nunca hasta el trail Montes de Couzadoiro. La sensación de estar corriendo prácticamente solo con esa granizada fue espectacular aunque confieso que pone un poco de mal genio tratándose del kilómetro 7.
Nos encontramos por el camino con una compañera con la que prácticamente corrimos el trail completo con la peculiaridad de que ella subía como una auténtica bala y con ayuda de los bastones mientras que en las bajadas parecía que mi centro de gravedad tiraba más de mí y cambiábamos las posiciones.
¡Llegamos al kilómetro 11! Bien, había llegado el momento de correr. Pasada la mitad del recorrido (aprox), ya había calentado lo suficiente y me encontraba bien, dentro de mis limitaciones. Volvió el sol, al menos durante media hora, tiempo suficiente para superar un cortafuegos de barro en el que los resbalones estaban garantizados. Una vez superado y con la esperanza de descongestionar un poco las piernas trotando, nos encontrábamos con LA SORPRESA. Solo tenéis que ver las fotos para daros cuenta de lo que os hablo.
Menuda subida. Durante un buen rato pude disfrutar del espectacular paisaje en los momentos en los que decidía parar para coger un poco de aire. Pasito corto a pasito corto conseguimos llegar a lo más alto, al kilómetro 19 donde nos esperaba el último avituallamiento, un viento que casi nos hace aventurarnos al descenso volando, y los ánimos de la organización porque la bajada que nos esperaba era peliaguda.
A punto estuve de caerme en varias ocasiones. En bajadas así, no importa el tipo de zapatillas de trail que lleves. Si bajas con miedo, te vas a caer, eso está garantizado. Opté por dejarme llevar, sin freno y bajando con paso firme pero por encima de todo: disfrutando. Poco a poco cogimos velocidad y adelantamos a varios compañeros. Me habría gustado enseñaros la bajada pero no era el momento de sacar la cámara y cuando llegamos al final la inercia nos pedía seguir corriendo un poco más.
Sin darnos cuenta llegamos al kilómetro 22 cuando ya escuchábamos los ánimos del Jabalí do Sacho. En esa última recta previa a la meta parecía que me había quedado sin gasolina pero los ánimos de los compañeros que ya habían terminado, nos dieron el último chute de energía para esprintar hasta el final. ¿De dónde sale esa fuerza cuando sientes que no puedes más?
Un trail especial, duro, técnico y plagado de barro con un trato de 10 por parte de la organización. Gracias a la Peña Ciclista Santa Marta de Ortigueira y Prueba-t por la confianza depositada en mí para la crónica del mismo. ¡Repetiré!
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