¿Qué vas a encontrar en este post?
Últimamente podéis leer que hablo mucho de trail y carreras en montaña y sí, es dónde más cómoda me siento pero es cierto que el gusanillo del triatlón lo tengo rascándome la oreja desde hace ya un año. Por motivos de trabajo el pasado domingo me desplacé para cubrir el III Triatlón Atlántico de Baiona. Además contaba con amigos que participaban y ese espectáculo no me lo podía perder.
Levantarse a las 6 de la mañana un domingo pica un poco. Pensar que los fines de semana se toca diana antes que los días de trabajo es un poco raro pero se ha convertido en costumbre.
Con la temporada de triatlón comenzaba, Pablo también competía ese día y con todo el “Kit Triatleta” preparado poníamos ¡rumbo a Baiona! Neopreno, gafas, gorro, cabra, calas, gafas de sol, zapatillas, calcetines, chip, portadorsales, vaselina, protección solar…¡menudo mochilón!
A las 8 de la mañana pasábamos el control. Con el OK por parte de la organización y la federación, tocaba dejar montado el chiringuito para mentalizarse de que había que meterse en el agua a las 9 de la mañana. Bici en su sitio, casco preparado, zapatillas en el cajón, último repaso, todo bien, ¡a nadar!
Allí legaban el resto de compañeros: Miguel, Camino, Pablo y Germán, con todo el apoyo de amigos y familiares detrás. Sí, lo confieso, la envidia me estaba comiendo por dentro. Nadar es lo que más me gusta y aunque meterme en el agua a las 9 de la mañana no es lo que más me emociona en el mundo, me daban ganas de lanzarme al mar con ellos.
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Súper hombres y Súper mujeres. Yo no puedo verles de otra forma.
Pequeño retraso de casi 10 minutos sobre la hora programada. Todos preparados en fila frente al mar. Última explicación sobre las boyas en las que hay que girar, circuito…¡¡¡AL AGUA!!!
La salida al agua es siempre la que más me impresiona. Tantos triatletas lanzándose al mar y ver cómo se alejan a una velocidad de vértigo es un auténtico espectáculo.
En apenas 10 minutos ya estaba en la zona de transición para no perderme nada de la T1 pero en cuestión de unos cuantos minutos más ahí llegaba Pablo Dapena a la velocidad del rayo para lanzarse a la bici. No pude cronometrar los segundos que tardó en coger la bici para comerse la carretera porque ¡apenas pude verlo!
Y tras él llegaron Pablo, Miguel, Pablo P, Germán, Camino y ¡cómo no! Saleta Castro y Anneke Jenkins. Sí, personas normales de carne y hueso pero qué queréis que os diga, me impresionó verlas competir.
El tiempo pasaba volando y de repente el speaker de nuevo anunciaba “¡Allí llega Pablo Dapena!”. ¿En serio?¿Ya?
Si la T1 me pareció rápida, mejor no os comento cómo fue la T2. ¡Pero si casi no le vi pasar! Tras 1500 m nadando y 40 km en bici, “solo” quedaban 10 km corriendo.
Me estaba dejando la garganta animando a los compañeros cuando ya escuchaba a la organización anunciar la llegada a meta de Pablo Dapena. Mientras tanto, seguía también a Anneke y Saleta corriendo (si se puede llamar corriendo). A mí me parecía que directamente volaban.
La llegada a meta es un auténtico subidón. Uno a uno pude ver cómo mis compañeros llegaban a meta con una sonrisa en la cara a pesar de tanto esfuerzo. Con ganas de más, con ganas de repetir, con ganas de seguir mejorando. EMOCIONANTE. Es la palabra que mejor lo describe.
No sé si algún día se me cruzará algún cable y me testaré en algún triatlón popular. Tengo bastantes papeletas. Mientras tanto, seguiré corriendo a #MiRitmoSlow, mejorando en el agua y perdiéndole el miedo a la bici.
¡Nos vemos en la próxima crónica!
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