Dicen que no hay dos sin tres. Y eso es lo que me ha pasado a mí con la XVII Edición del Medio Maratón Gran Bahía VigBay este año.
En mi cabeza solo había sitio para una cosa: bajar tiempo con respecto al año pasado.
Con un año 2015 un poco “fastidiado” en cuanto a entrenamiento se refiere, ya que mi lesión en la zona del empeine del pie derecho seguía dando mucho la lata, el 2016 comenzaba con entrenos en piscina y alguna que otra salida en bici. Intentando educar la pisada tan terrible de pronadora que tengo, con mucho cuidado, sesiones de fisio y sobre todo con mucha cabeza, llegaba a la VigBay con algo de miedo. No había entrenado todo lo que yo quería pero sabía que no había podido dar más de mí.
En mente los tiempos de 2014 (2:25:03) y 2015 (2:18:58). “Tienes que rozar al menos las 2 horas”, me repetía una y otra vez. ¿El día? Horrible. Lluvia y viento en contra. Pintaba mal, muy mal. Los casi 5000 valientes que nos concentramos allí, no dejamos de mirar al cielo pensando que en algún momento pararía. Pero nada. Nos quitamos los chubasqueros y tocó calentar empapados.
Pero el reloj marcó las 10:30 y la lluvia paró. Parece que nuestras súplicas se escucharon y salí con el resto del equipo dispuesta a comerme los 21 kilómetros que unen Vigo con Bayona. Sabía que el viento me iba a “doler” pero también sabía que el pie me iba a doler aún más, al menos mentalmente.
Me encontraba bien y en los primeros 12 kilómetros pude mantener un ritmo de 5:30, algo insólito para mí y más en distancias largas. Pero me derrumbé. Como en los dos años anteriores, ese kilómetro previo a la subida al monte Lourido pudo conmigo y mi ritmo se desplomó. Y apareció una mano que me empujaba: “voy a tu suela desde el kilómetro uno, ¡no me dejes ahora!”.
Y sí, apreté los dientes y subí el Monte recuperando lo que pude. Entonces agradecí esas carreras de trail en la montaña porque en los dos años anteriores me tocó parar en la subida y caminar. Esta vez no. Esta vez tocaba correr todo del tirón.
La curva en Ramallosa, como siempre, eterna. Ver Bayona a lo lejos, correr y correr y ver que no llegas nunca…siempre se hace difícil. Pero entonces me encontré con compañeros de Vigoentrena que nos animaban a seguir a pesar de llevar la lengua fuera. “¡Solo quedan 3 kilómetros!”
Aún a pesar del mal tiempo y aunque el público había disminuido este año, los fieles a esta preciosa carrera estaban ahí. Animando y gritando de forma incondicional (GRACIAS a todos).
Y llegó la meta. Allí estaba. A lo lejos. Terribles 500 últimos metros y …“voilá!”: 21 km en 2:01:02
Este año no lloré. Porque a pesar del cansancio físico y mental, este año, por fin, pude disfrutar la carrera de verdad. Pude llegar a meta con una sonrisa de oreja a oreja. Y pude sentirme muy orgullosa del esfuerzo y trayectoria que en estos dos años he cosechado.
Gracias a mis compañeros de VigoEntrena, tanto a los que corrieron conmigo como a los que no, a toda esa gente que nos llama héroes y nos anima sin tener por qué, a los sanitarios y voluntarios que ese día dieron lo mejor. El próximo año espero poder regalaros otro recorte más en ese crono 😉
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